EL PRIMER ARTÍCULO

 

Las primeras palabras: “Creo en Dios.”

 

A. ¿Quién es Dios?

 

Introducción. La vez pasada hablamos del evangelio y de su distinción de la ley. El Credo Apostólico, que consiste en tres artículos, presenta el evangelio. El primer artículo trata, como dice el título, de la creación, y en él confesamos en primer lugar a quién debemos nuestra creación. Confesamos: “Creo en Dios.” Él es nuestro Creador. Pero ¿quién es Dios? ¿Qué debemos entender con la palabra “Dios”? Así comenzamos con la pregunta: ¿Quién es Dios? Pregunta 90.

 

1. En primer lugar vemos cómo conocemos a Dios; de dónde sabemos algo acerca de Dios.

 

a. Tratamos más detalladamente el pasaje Romanos 1:19-20. Según todo el contexto, aquí el apóstol habla de los gentiles, de la gente que no tiene la palabra de Dios, la Sagrada Escritura. De ellos dice que saben algo acerca de Dios. ¿De dónde lo aprendieron? Dios mismo se lo ha revelado. Es cierto que la esencia de Dios es invisible; el hombre no lo puede ver. Pero él se revela en sus obras, especialmente en la obra de la creación del mundo. El que ve correctamente esas obras en la naturaleza aprende de ellas algo acerca de él. También las obras de la naturaleza son una revelación de Dios. — ¿Y qué es lo que aprendemos acerca de Dios en las obras de la naturaleza? En primer lugar, que Dios existe. De la creación sigue claramente que hay un Dios. Si vemos un hermoso edificio, concluimos que tiene que haber alguien que lo hizo. Cuando vemos el gran edificio de este mundo, que está tan ordenadamente construido, también tenemos que concluir que ha de haber alguien que lo ha hecho y ha creado todo esto. Aún los que no conocen la palabra de Dios confiesan esto. Así, los que niegan a Dios, que dicen que no hay ningún Dios, son necios. Pero además conocemos el eterno poder y deidad de Dios en las obras de la creación. Cuando tratamos con este mundo, vemos que el Dios que lo ha creado tiene gran poder, de hecho, que ha de ser todopoderoso; si ponemos atención, reconocemos que él que ha hecho todo tan ordenadamente ha de ser un Dios sabio, que ha hecho todo para el bien del hombre, que él es bueno, etc. Luego si los hombres no buscan este Dios, no tienen ninguna excusa. A este conocimiento de Dios, que viene por la naturaleza, lo llamamos conocimiento natural.

 

b. Dios ha revelado en la naturaleza, en las obras de la creación, su eterno poder y deidad. Pero EL conocimiento de Dios que obtenemos por la naturaleza todavía es muy imperfecto e insuficiente. Nuestro entendimiento está corrompido por el pecado original, y así ya no podemos conocer correctamente a Dios. Bien podemos reconocer que hay un Dios, y algo de su naturaleza, pero todo esto es inseguro e incierto. Sobre todo no podemos saber quién es el verdadero Dios, cuál es su disposición hacia nosotros, y la manera en que los pecadores podemos ser reconciliados con él y limpiados por él. Dios tiene que revelarnos todo eso en forma especial. Y nos lo ha revelado en su palabra, en las Escrituras. Si queremos conocer correctamente quién es Dios, no debemos preguntar lo que los hombres saben de Dios por su razón, sino lo que Dios mismo dice del asunto en su palabra.

 

2. Queremos oír desde la Sagrada Escritura ¿quién es Dios?

 

a. Primero dirigimos la atención a Juan 4:24. Allí se nos dice que Dios es espíritu. No lo podemos plenamente describir. Pero la Biblia nos dice que un espíritu no tiene carne ni huesos (Lucas 24:39). Luego Dios tampoco tiene cuerpo como el de nosotros. Es cierto que la Sagrada Escritura a veces habla de la mano y el brazo de Dios, o de sus ojos, pero eso se entiende figuradamente. La Escritura nos habla de Dios en forma humana, para que los humanos podamos entender. Ya que Dios es un espíritu y no tiene cuerpo, es también invisible para nosotros aquí en la tierra. Solamente en el próximo mundo lo veremos así como él es. Pero aún cuando Dios no tiene cuerpo, no es sólo un poder, sino tiene una naturaleza personal, subsiste por sí mismo. — Fuera de Dios hay también otros seres que son espíritus. Nuestra alma tiene una naturaleza espiritual; los ángeles son espíritus. Pero Dios es el Padre de los espíritus (Hebreos 12:9). De él vienen todos los demás, todos los espíritus creados. Él es el espíritu más sublime y más perfecto. Eso conoceremos mejor cuando oímos de los atributos que la Sagrada Escritura da a Dios.

 

b. El Salmo 90 versículo 2 dice de Dios que él existía antes de formar la tierra. Dios de hecho es el Creador del mundo. Así como el constructor tiene que existir antes de que construya la casa, también Dios estaba allí antes del mundo. Él siempre ha existido; es antes de todo tiempo. Existe desde la eternidad. Y también existirá hasta la eternidad. Siempre estará. Nunca ha habido un tiempo en que Dios no existía, y tampoco habrá un tiempo en que él no esté. El es eterno. — Y Dios es antes de existir el mundo. No dice que era, sino que es. Siempre ha sido el mismo que es hoy, y siempre lo será. Dios siempre queda igual. Salmo 102:28. En él no hay ningún cambio (Santiago 1:17). Todas las cosas creadas se cambian. Solo Dios es eternamente incambiable. — Y por eso Dios siempre es nuestro refugio. Salmo 90:2. Siempre está allí y siempre es el mismo Dios misericordioso, poderoso, sobre quien podemos edificarnos y en quien podemos confiar.

 

c. En Jeremías 23:23-24 dice Dios de sí mismo que él es un Dios que está cerca y también que está lejos. No se puede decir esto del hombre. Nosotros podemos estar solamente en un lugar, pero Dios está cerca y lejos al mismo tiempo; al mismo tiempo está en muchos lugares. Además, dice que nadie puede ocultarse de él, quien llena el cielo y la tierra, y todas las cosas. Dios también está en todas partes al mismo tiempo. Es omnipresente. Y ciertamente no es como si hubiera un pedacito de Dios en todas partes, sino que en todas partes el Dios entero está allí. — Esto nos sirve de consuelo. En cualquier tribulación que nos encontremos, aún cuando no haya ningún hombre cerca, Dios está con nosotros. (Salmo 23:4). Siempre podemos orar a Dios, podemos invocarlo en toda ocasión. El Dios que está cerca de nosotros, nos oye. Pero eso nos sirve también como una seria advertencia y amonestación. Nadie puede esconderse de Dios, aún cuando esté haciendo algo malo. Dios lo oye y lo ve. Así siempre debemos andar en el debido temor, como en presencia de Dios. (Génesis 17:1; Tobit 4:6).

 

d. El mismo primer artículo nos enseña otro glorioso atributo de Dios. Confesamos que Dios es el Todopoderoso. Él tiene todo poder, Lucas 1:37. (Salmo 115:3). Puede hacer todo lo que quiere. Dios ya ha probado de mil maneras y lo ha demostrado una y otra vez, que él es el Todopoderoso. Ha creado todas las cosas y sostiene y reina sobre todo según su beneplácito. Si Dios es todopoderoso, entonces puede ayudarnos en toda necesidad, aún cuando ningún hombre pueda ayudar ya (2 Crónicas 14:11). Debemos depender de su poder todo el tiempo. Pero nadie puede contradecirlo; quita de su trono a los príncipes poderosos, como al rey Senaquerib, 2 Reyes 19, o Nabucodonosor, Daniel 4:25-32.

 

e. Según el Salmo 139:1-4, Dios nos ha conocido. Conoce todas nuestras obras, hasta las más pequeñas; sabe cuando nos sentamos o nos levantamos. Tiene presente todas nuestras palabras antes que las hablemos. Conoce desde lejos todos nuestros pensamientos, también los más secretos. Dios sabe todo de nosotros. Y así es el caso no solamente en cuanto a nosotros, sino con todas las personas y todas las cosas. Porque Dios sabe todas las cosas, decimos que es omnisciente. —Conoce todas nuestras obras, palabras y pensamientos. Tenemos que darnos cuenta que debemos evitar toda mala palabra y obra, sí, también todo pensamiento y deseo pecaminoso, los cuales Dios también conoce y ve. (Isaías 29:15-16). Pero él conoce y ve también nuestra necesidad, nuestras angustias secretas, de las que ningún hombre se da cuenta, la tristeza y pena de nuestro corazón. Él sabe de qué tenemos necesidad y qué servirá para nuestra salvación. Conoce los medios adecuados y el debido tiempo en que debe aliviar nuestra necesidad. (Mateo 6:8; 10:30,31).

 

f. La Escritura nos enseña todavía más acerca de Dios. En Isaías 6:3 nos dice que Dios es santo. Aprendemos del Salmo 5:5 en qué consiste la santidad de Dios. Él es también justo. Daniel 9:7. (Deuteronomio 32:4). Con esto se nos dice que Dios siempre juzga y trata con justicia, que él paga a cada uno conforme a sus obras. (Romanos 2:6; 1 Pedro 1:17). Ya que Dios es santo y justo, también quiere que nosotros lo seamos (Levíticos 19:2), que nos apartemos de toda injusticia y que obremos con justicia, aun cuando suframos injusticia. (Salmo 103:6).

 

g. Se nos dice de Dios que él no es un hombre que mienta. (Deuteronomio 23:19), sino que todas sus palabras son verdad. Salmo 33:4. Lo que él promete, ciertamente lo cumple. Dios es fiel. Sus promesas son seguras y verdaderas, al igual que sus amenazas. Eso debe motivarnos a que dependamos firmemente de la palabra de Dios en la vida y en la muerte.

 

h. Además vemos algo del Salmo 145:9: Dios es bueno y abundantemente da toda clase de beneficios a todas sus criaturas. Les da lo que les sea provechoso y promueva su bienestar. Es especialmente la bondad de Dios que nos confronta en todas sus obras. La tierra está llena de la bondad del Señor. (Salmo 36:6; 335.) — Dios también es misericordioso. Éxodo 34:6. Sus misericordias son sobre todas sus obras. Salmo 145:9. Tiene un corazón para los pobres y afligidos y los ayuda. Además es piadoso. Éxodo 34:6. Comparte sus bienes y ejerce su misericordia también sobre los que no la han merecido. Tiene misericordia también de los pecadores, que han merecido el castigo, y los absuelve. Demuestra su gracia al perdonar la iniquidad, la rebelión y el pecado. — Todos estos atributos de Dios, su bondad, misericordia y gracia, los resumimos en un nombre: el amor. Dios no solamente ama a la humanidad, sino él es el amor mismo; toda su esencia es puro amor. 1 Juan 4:8. Dios es amor y nos lo demuestra con miles de bondades en cuerpo y alma. Por eso gozosamente debemos confiar en él y esperar de él todo bien como de nuestro querido Padre, amarlo también de corazón y por amor a él guardar sus mandamientos. (1 Juan 4:19).

 

CONCLUSIÓN: Nuestro Dios, que se revela a nosotros en su palabra, es un Dios cuya grandeza y gloria no podemos describir ni realmente concebir. Podemos creer y confiar en este Dios glorioso consolándonos en él. A él debemos alabar y loar en toda la eternidad.

 

B. La Trinidad

 

Introducción. Ya hemos oído que Dios es grande, glorioso y maravilloso. Pero la Escritura nos revela todavía más acerca de él. No solamente nos dice que Dios existe, que nos ha creado, sino todo lo que necesitamos saber de cómo es este todopoderoso, todo presente Dios, para que no convirtamos ninguna otra cosa en nuestro Dios ni la adjudiquemos atributos divinos y así caer en la idolatría. De eso queremos hablar hoy. Teniendo como base la Sagrada Escritura, en donde Dios se nos ha revelado, queremos aprender quién es el verdadero Dios. Preguntas 91, 92.

 

1. En primer lugar decimos que Dios se nos ha revelado en tres Personas.

 

a. Confesamos en el primer artículo de nuestro Credo que creemos en Dios Padre; en el segundo, que creemos en Dios el Hijo; y según el tercero, en Dios el Espíritu Santo. Así hay tres Personas que llamamos y confesamos como Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y creemos y confesamos eso porque lo enseña la Sagrada Escritura. Dios nos ha mandado que bauticemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Mateo 28:19. Somos bautizados en el nombre de Dios, luego el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios. También el apóstol Pablo une a las tres Personas, 2 Corintios 13:13. Ya conocen la bendición con que cerramos nuestros cultos, Números 6:24-26. Allí también hay referencia a estas tres Personas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, luego, son Dios.

 

b. Y esto no debe entenderse como si realmente hubiera una Persona, que solamente tenía varios nombres, que por un tiempo fue llamado Padre y luego Hijo y finalmente Espíritu Santo. Así hablamos, para emplear un ejemplo, de alguien que llamamos una vez hombre, y luego profesor, luego un padre, y sin embargo pensamos en una misma persona. O hablamos de agua, vapor y hielo y nos referimos a la misma cosa. No es así en este caso. Esto lo vemos bien en el bautismo de Cristo, Mateo 3:16, 17. Allí está el Señor Jesucristo, Dios el Hijo, al lado del Jordán y recibe el bautismo, Dios el Espíritu Santo viene en la forma de una paloma desde el cielo, y Dios el Padre se revela en la voz desde el cielo. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo luego realmente son tres Personas. (Eso lo vemos ya en la historia de la creación, Génesis 1:1,2. Allí está Dios Padre que hizo el cielo y la tierra; allí está su Palabra que él habla, por medio de la cual todo es creado; allí está el Espíritu de Dios que está sobre las aguas). Cristo también habla del Padre y del Espíritu Santo como de otras Personas distintas de él (Juan 5:32,37; 14:16). La Sagrada Escritura luego hace una distinción entre estas tres Personas. Salmo 2:7. Dios Padre dice de sí mismo, que él ha engendrado a su Hijo desde la eternidad. Éste es el distintivo de Dios Padre, que él ha engendrado desde la eternidad a su Hijo. Y lo propio del Hijo es que él ha sido engendrado del Padre desde la eternidad. Juan 15:26. En este pasaje se nos dice del Espíritu Santo, que él procede del Padre. Y también es llamado el Espíritu del Hijo, Gálatas 4:6. Vemos así que él procede del Padre y del Hijo desde la eternidad. — Acerca de Dios Padre confesamos que él nos ha creado, de Dios el Hijo, que nos ha redimido, de Dios el Espíritu Santo, que nos ha santificado. También partiendo de estas tres obras distinguimos entre las tres Personas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres Personas distintas.

 

2. Pero no por eso hay tres dioses, sino solamente un Dios.

 

a. Según la Sagrada Escritura confesamos que Dios Padre es el único y verdadero Dios; y confesamos lo mismo también del Hijo y del Espíritu Santo. Pero no por eso debemos decir que haya tres dioses. La Sagrada Escritura bien nos enseña que hay tres Personas divinas, pero igualmente clara e inequívocamente nos enseña que hay solamente un Dios. Deuteronomio 6:4. (Efesios 4:6; 1 Corintios 8:4). Hay solamente una esencia divina, pero esta única esencia divina consiste en tres Personas. Cada una de estas personas tiene enteramente y sin división esta única naturaleza divina. Así decimos: el verdadero Dios es el Dios trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres Personas distintas en una sola esencia divina.

 

b. Confesamos que “el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo no son tres dioses, sino un Dios.” Eso no lo podemos comprender con nuestra razón, sino es un misterio insondable. ¿Cómo podríamos nosotros, que somos criaturas y además hombres pecaminosos, investigar la esencia del gran Dios eterno? Sencillamente tenemos que creerlo, porque la palabra de Dios nos lo dice. Debemos aferrarnos a este Dios trino en la fe, al que nos ha creado, redimido, y santificado; debemos poner en él toda nuestra confianza. Entonces seremos salvos y lo conoceremos en la vida eterna, donde lo veremos como él es. (1 Juan 3:2). — Solamente el Dios trino es el verdadero Dios. El que no tiene este Dios, tiene uno falso; el que no cree en este Dios trino, no tiene la verdadera fe cristiana y no puede ser salvo. (Todas las iglesias que no confiesan al Dios trino, como los unitarios, los universalistas, testigos de Jehová, mormones, israelitas, ya no pertenecen a la iglesia cristiana.)

 

C. La fe.

 

Hemos oído de Dios. En los tres artículos confesamos acerca de Dios que creemos en él. “Creo en Dios”, así lo decimos. Tenemos que aprender luego lo que significa cuando decimos: “Creo en Dios.”

 

1. En primer lugar preguntamos: ¿qué significa creer en Dios? Pregunta 93.

 

a. Si queremos aprender qué es la verdadera fe, qué significa creer en Dios, otra vez no debemos consultar nuestra razón, sino solamente a la palabra de Dios, la Sagrada Escritura.

 

1'. En Romanos 10:14, el apóstol dice que el hombre no puede creer en aquél de quien no ha oído. Si vamos a creer en Dios, primero tenemos que haber oído algo acerca de él; tenemos que saber quién es él y cuál es su disposición hacia nosotros. Tenemos que conocer a Dios. — Luego el apóstol dice que la fe viene de la predicación, y la predicación por la palabra de Dios. Romanos 10:17. Oímos y aprendemos de la Biblia quién y cómo es. Tenemos que saber lo que dice la Escritura de Dios. Así que, en primer lugar, creer quiere decir conocer lo que dice la Escritura acerca de Dios.

 

2'. Hay muchos humanos que externamente conocen muy bien lo que la Escritura dice acerca de Dios. También han leído la Biblia, pero se ríen y se burlan de ella, o la pasan por alto con completa indiferencia. Tal conocimiento externo está muerto, solamente está en la cabeza y en el entendimiento. No es lo que queremos decir con la fe. Podemos aprender de qué clase de conocimiento hablamos aquí por el ejemplo del piadoso Job. (Job 19:25). Job sabía que su Redentor vivía; pero ése no fue un conocimiento vacío, muerto, sino uno vivo; se consolaba porque éste era su Redentor, quien lo despertaría de la tierra, y porque lo vería en el día de la salvación. El que conoce correctamente a Dios, se apropia a sí mismo lo que dice la Escritura acerca de él, de su gracia y sus beneficios, y se consuela con estas cosas. De eso también habla el Señor en Juan 17:3. El que conoce correctamente a Dios, es decir, al verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo, lo tiene por Dios, lo toma como su propia posesión y en él tiene la vida eterna. El verdadero conocimiento de Dios, la verdadera fe, nos salva.

 

b. Pero la Escritura nos describe la fe todavía de otra manera. Juan 5:46. El Señor dice a los judíos que no querían creer en él, que deben darse cuenta de que no han creído a Moisés, porque éste ha escrito acerca de él. Si hubieran creído las palabras que Moisés había escrito acerca de él, el Mesías, hubieran creído en él como su Salvador. Creer a alguien, o la palabra de alguien, sin embargo quiere decir aceptar lo que él dice, tener por verdaderas sus palabras, darles asentimiento. — Pero no quiere decir que consideremos como cierto solamente externamente con la cabeza lo que la Escritura dice de Dios, y de las cosas divinas, ni tampoco que solamente externamente lo confesemos con la boca. Ésa no es la verdadera fe. Cristo nos dice en Juan 3:36 que el que no cree en el Hijo, que no tiene por cierto lo que el Hijo, nuestro Señor Jesucristo, nos dice, no tiene la vida eterna, sino la ira de Dios permanece sobre él. Pero aceptar externamente las palabras de Jesús y considerarlas ciertas no nos librará de la ira de Dios ni recibirá la vida eterna. Eso lo vemos de Santiago 2:19. Los demonios creen y saben muy bien que todo lo que dice la Sagrada Escritura acerca de la esencia y la voluntad de Dios es cierto, y sin embargo no tienen la vida eterna, sino tiemblan ante este Dios y su juicio justo. Una fe que solamente está en la cabeza y los labios está muerta. Creer en el Hijo significa considerar en el corazón como la verdad divina lo que el Hijo nos dice y nos ha prometido, recibir y aceptar de corazón estas promesas como válidas también para nosotros, porque son las palabras del Dios que no puede mentir. El que así cree de corazón en el Hijo, y se apoya en sus promesas, tiene la vida eterna. Tal fe le salva. Un glorioso ejemplo de eso lo tenemos en el oficial del rey (Juan 4:47-53). Este hombre creía las palabras que Dios le había hablado (versículo 50), y recibió lo que creyó. Así la fe, además, significa tener por cierto en el corazón, recibir como verdad lo que Dios nos dice en su palabra.

 

c. Pero la Sagrada Escritura todavía nos describe la fe desde otro punto de vista. Hebreos 11:1. La fe es también una confianza segura. Creer significa poner toda nuestra confianza en Dios, de que él nos ayudará en todas nuestras necesidades. Del ejemplo del centurión de Capernaum, cuya fe el mismo Señor alabó, aprendemos bien lo que significa creer (Mateo 8:5-10). Él pone su confianza en el Señor. Cree con seguridad que Jesús puede ayudar a su siervo y que también lo hará. Así el creyente sabe en quién creer, en el Señor, quien puede y debe ayudar en la necesidad corporal y espiritual, y está seguro, confía en esto, que el Señor le galardonará con la corona de la vida eterna. 2 Timoteo 1-12. — El centurión de Capernaum fundó su confianza solamente en la palabra de Jesús. (Mateo 8:8: “Sólo habla la palabra.”) La verdadera fe no insiste en ver, se funda sobre Jesús, sobre la palabra de Dios solamente. Creer es “la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1. Creer, luego, quiere decir edificar con segura confianza sobre Dios y confiar en él. Debemos tener esta segura confianza en todo lo que afirmamos en estos tres artículos acerca del Dios trino, de todo lo que él ha hecho y hará por nosotros.

 

2. Pero confesamos en la segunda parte principal: “Creo.” No decimos: “Creemos”, sino: “creo”. Veamos brevemente por qué hacemos esto. Pregunta 94.

 

Para que podamos reconocer y entender esto mejor leemos la parábola del Señor acerca de las diez vírgenes. Mateo 25:8-12. Esas vírgenes necias no tenían aceite para sus lámparas cuando llegó el novio, de modo que sus lámparas se apagaron. Querían recibir aceite de las vírgenes sabias, pero éstas no las pudieron ayudar. Así es con la fe. El hecho de que otros crean no nos puede ayudar en nada. La fe de otra gente no nos puede salvar. Es cierto que la iglesia romana falsamente enseña que el cristiano debe depender de la fe de la iglesia, que debe creer lo que la iglesia cree. Pero tenemos que aferrarnos a la Escritura, que afirma que nadie puede ser salvo por medio de otra persona. El que quiere ser salvo tiene que creer por su propia persona, poner su confianza en Dios y las promesas de la palabra divina. La Biblia nos dice esto clara e inequívocamente. Habacuc 2:4; Lucas 7:50. Así la razón por la que no decimos: “Creemos”, sino: “Creo”, es para que cada uno confiese que él por su propia persona cree, es decir, en la vida y en la muerte pone su confianza en lo que enseñamos y confesamos en estos artículos acerca de Dios y sus beneficios.


 

Creo en Dios Padre.”

 

Introducción. Hasta ahora hemos tratado: “Creo en Dios.” Esas palabras se conectan bien con los tres artículos. Ahora explicaremos el primer artículo en particular. En él confesamos que creemos en la primera Persona de la divinidad, en Dios Padre. Este artículo nos enseña dos cosas acerca de Dios Padre, o sea: 1) quién es Dios padre y 2) qué ha hecho, todavía hace y hará especialmente para nosotros los humanos. Nos enseña a conocer la Persona y la obra de Dios Padre. Para comenzar, nos quedaremos con el primer punto, del cual nuestro catecismo dice: “Creo en Dios Padre todopoderoso.” Tratamos luego de la Persona de Dios Padre y aprendemos por qué la primera Persona de la divinidad se llama Dios Padre y todopoderoso.

 

1. Veremos por qué la primera Persona de la divinidad se llama Padre. Pregunta 95.

 

a. Nos acordamos de la historia del bautismo de Jesucristo. Allí habló una voz del cielo: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mateo 3:17). Esto lo dijo la primera Persona de la divinidad y llamó a Cristo su Hijo amado. Dios Padre luego es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Así se llama explícitamente en la Escritura. Efesios 3:14-15. Se distingue Dios Padre, como ya antes hemos aprendido, del Hijo y del Espíritu Santo, en que el Padre ha engendrado a su Hijo desde la eternidad de su propia esencia divina. Salmo 2:7. Así Cristo siempre llama a Dios su Padre, por ejemplo en Juan 20:17. Llamamos Padre a la primera Persona porque él es el Padre de nuestro Señor Jesucristo.

 

b. Pero en Efesios 3:14-15 también se nos dice de Dios que él es el verdadero Padre de todo lo que se llama familia. ¿Qué debemos entender con esta familia? Lo vemos de Malaquías 2:10. Dios ha creado a nosotros, a toda la humanidad. Todos debemos nuestra existencia a él. Así Dios es el Padre de toda la humanidad. Pero los humanos ya no somos hijos de Dios. Los hombres han pecado, se han caído de Dios. Como el hijo pródigo, han dejado la casa de su Padre (Lucas 15:12-13). “De sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa”, dice la Escritura. (Deuteronomio 32:5). Pero Dios ha tenido misericordia de los hijos perdidos. Envió a su Hijo, “a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5). En Cristo, nuestro Salvador, otra vez llegamos a ser hijos de Dios. A los que lo reciben, les da potestad de ser hijos de Dios. (Juan 1:12). Nos hacemos hijos de Dios por medio de la fe en Cristo (Gálatas 3:16). Así Cristo no llama a Dios solamente su Padre, sino también nuestro Padre. Juan 20:17. También llamamos a Dios Padre porque en Cristo él es también nuestro Padre. — En Efesios 3:14-15 a Dios se le llama el verdadero Padre. Él es nuestro verdadero Padre, en un grado mucho mayor que nuestro padre terrenal. En él podemos poner con seguridad toda nuestra confianza. Esto lo vemos bien cuando

 

2. Tratamos la próxima palabra de nuestro catecismo, la palabra “todopoderoso”.

 

a. Nuestro Padre, a quien confesamos en el primer artículo, es el Todopoderoso. Tiene todo poder; puede hacer todo lo que quiere. Los padres humanos, aún cuando quisieran ayudar a sus hijos y darles todo bien, frecuentemente son demasiado débiles; no pueden hacerlo. Dios puede hacer todo lo que servirá para el beneficio de sus hijos. Nadie puede ponerle resistencia.

 

b. Este Dios todopoderoso es nuestro verdadero Padre. Un verdadero padre ama a su hijo. No quiere el mal para su hijo, sino solamente el bien. (Salmo 103:13). Todo lo que Dios, nuestro verdadero Padre, nos manda, es para nuestro bien y es saludable aún cuando nosotros no lo entendamos.

 

c. Así podemos hablar consoladamente: “Creo en Dios Padre”, o sea: “De esto estoy completamente seguro, que Dios en Cristo es mi verdadero querido padre, y yo soy su querido hijo; en él tengo toda mi confianza como en mi amado Padre.” Así podemos confesar, también en la necesidad y la muerte, aún cuando no entendamos su camino. Cuando decimos, luego, “Creo en Dios Padre todopoderoso”, lo que confesamos es: Pongo toda mi confianza en Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien en Cristo es también mi verdadero Padre, que nos ayudará en toda necesidad.

 

 

Creo en Dios, Creador del cielo y de la tierra.

 

A. La Creación.

 

Introducción. Ya hemos hablado de la Persona de Dios Padre. Pero además confesamos en el primer artículo: “Creo en el Creador del cielo y de la tierra.” Estas palabras Lutero las interpreta así: “Creo que Dios me ha creado a mí juntamente con las demás criaturas.” Aquí, luego, oímos de la obra de Dios Padre. Se llama el Creador del cielo y de la tierra, porque ha creado todas las criaturas. Su obra, luego, es la creación.

 

1. Preguntamos en primer lugar: ¿Qué significa crear? Pregunta 96.

 

En Génesis 1:1 nos dice que Dios creó los cielos y la tierra, y en el versículo 31 leemos que Dios miró todo lo que había hecho. Crear algo significa hacerlo, pero no habla de hacerlo en el sentido ordinario. Cuando los humanos hacemos algo, usamos algún material para formar la cosa. Con Dios es totalmente distinto. Dice que en el principio Dios creó el mundo. Cuando él creó, el mundo entero comenzó su existencia. Cuando comenzó la creación, no había nada aparte de él. Cuando no existía nada excepto Dios, creó el mundo. Crear, luego, significa hacer algo de la nada. — Pero todavía hay más. Los humanos usamos herramientas si queremos hacer y formar algo. Con Dios es muy distinto. Él habló: “¡Sea la luz!” Y fue la luz. Solamente dijo que las cosas deben de estar, y aparecieron. (Salmo 33:9). Él ha hecho todo por medio de su palabra. Luego crear quiere decir hacer algo de la nada por medio de la palabra. Hebreos 11:3 dice que el mundo fue constituido por la palabra de Dios. Todo lo que vemos en el cielo y en la tierra se hizo de la nada, solamente por medio de la palabra. (También es aplicable lo que dice Romanos 4:17).

 

2. Luego preguntamos: ¿Qué es lo que Dios ha creado? Pregunta 97.

 

Nuestro Catecismo contesta esta pregunta diciendo que Dios es el Creador “del cielo y de la tierra.” Él ha creado el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay. Como dice Lutero, él ha creado a toda criatura, todo lo demás que existe fuera de Dios. Sólo Dios es el Creador; que ha estado allí desde la eternidad. Todas las demás cosas son sus criaturas, las cosas que él ha creado. A él solamente deben su vida y existencia. Dios hizo el mundo entero en seis días, creó las incontables criaturas. Es cierto que él con su poder podría haber hecho el mundo entero en un momento, pero le agradó hacerlo en seis días. (Si uno tiene tiempo, podría brevemente resumir la historia de la creación según Génesis 1). Nuestro catecismo nos dice que Dios ha creado los cielos y la tierra. Esas dos cosas se mencionan porque comúnmente dividimos todas las criaturas en dos clases. Lo hacemos conforme a la Escritura: Colosenses 1:16. Distinguimos entre las criaturas invisibles y las visibles.

 

3. Decimos: Creo que Dios es el Creador. Y en Hebreos 11:3 nos dice que por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios y que todo fue hecho de la nada. Con nuestra razón no podemos comprender cómo Dios hizo todo de la nada. Por eso, los incrédulos no quieren aceptarlo, sino dicen que el mundo tiene su existencia por sí solo, o que siempre ha existido, que es eterno. Pero aunque no lo podamos comprender, sin embargo sabemos que nuestro Dios en el cielo es el Dios todopoderoso, que todo lo que quiso ha hecho. Salmo 115:3. Lo que él quiere crear, lo crea. No hace nada por obligación. La creación es una obra libre de su voluntad, producto de su amor hacia nosotros. Cuando aceptamos eso correctamente con fe, luego vemos cuán glorioso es nuestro Dios que ha hecho todo en el cielo y en la tierra conforme a su poder, sabiduría y bondad, y que todo lo hizo para el bien del hombre. (Aquí se puede explicar más extensamente cómo estos tres atributos de Dios brillan en la obra de la creación.) Podemos depender de y poner nuestra confianza en este gran Dios, porque él es el Creador de todas las cosas, nuestro Padre.

 

B. De los ángeles.

 

Introducción: Dios ha creado los cielos y la tierra, todo lo visible e invisible. En el cielo, entre las criaturas invisibles, los ángeles son los principales y los más importantes. Vamos a hablar ahora de ellos. Sin embargo, distinguimos entre dos clases de ángeles, los buenos y los malos.

 

1. Primero hablamos de los ángeles buenos, pregunta 100, y preguntamos:

 

a. ¿Quiénes son los ángeles? Es algo que nadie puede contestar con su propio entendimiento y sabiduría; solamente lo aprendemos de la Escritura.

 

1'. Pongamos atención a Hebreos 1:14. Allí los ángeles son llamados espíritus ministradores. Luego los ángeles son espíritus. Ya hemos aprendido lo que es un espíritu, un ser que no tiene carne y hueso, no tiene cuerpo como nosotros lo tenemos. Así los ángeles para nosotros los humanos son invisibles y solamente se pueden ver cuando toman por el momento una forma humana para aparecer a los hombres, como por ejemplo el ángel Gabriel al sacerdote Zacarías y a la Virgen María.

 

2'. Pero la Sagrada Escritura nos dice todavía más acerca de los ángeles. En Mateo 25:31 se nos dice que el Señor vendrá con sus santos ángeles. Se ve de esto que ellos son santos. Los buenos ángeles no han caído en el pecado como nosotros los humanos, sino hacen la voluntad de Dios, cumplen perfectamente sus mandatos. No tienen pecado.

 

3'. En Mateo 18:10 se nos dice que los ángeles ven el rostro del Padre en el cielo. Entonces ellos están en el cielo y ven el rostro de Dios. Por lo tanto son santos y son bienaventurados. Y el Señor dice que siempre ven el rostro de Dios. Todo el tiempo están en el cielo, ahora y siempre. Nunca habrá un tiempo en que ya no estén en el cielo, en que ya no sean bienaventurados. Son espíritus que están eternamente salvos, que no pueden perder su salvación; están confirmados en su bienaventuranza.

 

4'. Todavía más. Leemos en 2 Reyes 19:35 que los ángeles del Señor mataron a 185,000 hombres de los asirios que sitiaban a Jerusalén. Los ángeles también son muy fuertes, espíritus poderosos, cuyo poder y fortaleza excede en mucho a la de los hombres. Por eso en la Escritura son llamados también “poderosos en fortaleza”. Salmo 103:20.

 

Así vemos en la Biblia que los ángeles son santos, ya confirmados en la bienaventuranza, y son espíritus potentes.

 

b. La Escritura además nos revela cuál es el oficio, la vocación de un ángel santo.

 

1'. En el Salmo 103:20-21 a los ángeles se les ordena bendecir a Dios. Su oficio y vocación es alabar a Dios. Sirven, como toda criatura, para exaltar la gloria del Padre. Así leemos con frecuencia en la Biblia que los ángeles de Dios lo han loado y alabado. Alabaron a Dios en la creación (Job 38:4-7); lo glorificaron cuando dio la ley en el monte Sinaí, en el nacimiento del Salvador, Lucas 2:13-14; lo alabarán cuando vuelva para el juicio, Mateo 25:31.

 

2'. Ángel quiere decir lo mismo que mensajero. Los ángeles son eso, mensajeros de Dios; él los manda. Así envió al ángel Gabriel al sacerdote Zacarías y a la virgen María, para comunicarles la voluntad de Dios (Lucas 1:19 y 26). Dios frecuentemente mandó a sus ángeles a los patriarcas, por ejemplo a Abraham. Y los ángeles llevan a cabo estos mandatos de Dios, hacen su voluntad de buena gana y con gozo. Salmo 103:20-21. La vocación de los santos ángeles es cumplir los mandatos de Dios.

 

3'. Dios envía a sus ángeles para servirlo. Son espíritus ministradores, Hebreos 1:14. Los manda para servir los intereses de los que deben ser salvos. Su oficio es servir a nosotros los humanos, especialmente a los cristianos, de muchísimas maneras. Nos han proclamado las grandes obras de Dios, que son hechas para la salvación del hombre, el nacimiento, la resurrección y la ascensión del Salvador. Sirven a los cristianos también en las necesidades del cuerpo. Salmo 91:11-12. Los ángeles nos guardan en el camino en el cual Dios nos pone, donde andamos conforme a su voluntad; nos protegen y nos guardan de los peligros. Así los ángeles estuvieron con Jacob en su viaje a su tierra (Génesis 32:1-2). En el Salmo 34:8 nos dice que el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Cuando los cristianos estamos en necesidad y peligro, los santos ángeles están a nuestro lado y nos rescatan. Tenemos bastantes ejemplos de esto en la Sagrada Escritura. Sacaron a Lot de Sodoma cuando estaba a punto de caer el juicio (Génesis 19:16). Estaban con Eliseo para protegerlo (2 Reyes 6:17). Los ángeles protegieron a Daniel y a sus tres amigos, Daniel 3 y 6. Pedro fue liberado por ellos de la cárcel, Hechos 12:5,11,12. Cuando los cristianos se mueren, los ángeles llevan sus almas al seno de Abraham, en el cielo, Lucas 16:22. Y finalmente reunirán a los elegidos desde un límite del cielo hasta el otro, (Mateo 24:31).

 

Esta doctrina de los santos ángeles es muy consoladora para nosotros los cristianos. Debemos depender de su protección cuando seguimos el camino de nuestra vocación, cuando estamos ansiosos y en peligro. Dios nos protegerá y guardará por medio de ellos. Ciertamente nos rodean aún cuando no los veamos. Sólo cuidémonos de no echar de nosotros a estos santos espíritus con pecados voluntarios.

 

2. Aparte de los buenos ángeles, como hemos oído, hay todavía otra clase, los ángeles malos. Oigamos un poco más acerca de ellos. Pregunta 101.

 

a. Lo primero que preguntamos en cuanto a ellos es ¿quiénes y qué son los ángeles malos? También aprendemos eso de la Sagrada Escritura.

 

1'. En Efesios 6:12 el apóstol habla de los ángeles malos y los llama huestes espirituales de maldad. También ellos son espíritus, pero no son santos, sino espíritus malos. Es cierto que estos ángeles malos no siempre eran así. El Señor mismo habla acerca del diablo, el príncipe de los ángeles malos, Juan 8:44. Dice que no ha permanecido en la verdad, o sea, en la perfección y justicia en que él estaba en algún tiempo. Dios también ha creado a los ángeles malos, y todo lo que Dios creó en el principio fue bueno en gran manera. (Génesis 1:31). Pero no permaneció bueno. En Judas 6 se nos dice que no guardaron su dignidad, sino abandonaron su propia morada. Tenían la dignidad de ser príncipes, tenían gloria, fueron ángeles santos y como tales tenían su morada en el cielo. Pero no guardaron su dignidad, no se quedaron en este glorioso estado de ser espíritus santos, no permanecieron en la verdad, sino pecaron. La Sagrada Escritura no nos dice cuándo y cómo estos espíritus malos han pecado, pero sí nos dice que el diablo ha pecado “desde el principio” (1 Juan 3:8). Él fue el primero en pecar y así trajo el pecado al mundo. Por medio de este pecado estos ángeles han caído de Dios y abandonado su morada, el cielo, y ahora gobiernan como espíritus malos debajo del cielo, en las tinieblas de este mundo. Efesios 6:12. Los ángeles malos luego son malos espíritus que se han caído de Dios.

 

2'. Vemos otra vez Judas 6. Dios ha guardado a estos ángeles malos para el juicio del gran día. Dios castigó a estos ángeles malos que cayeron con el infierno y la condenación. El Señor dice que el fuego eterno ha sido preparado para ellos. (Mateo 25:41). Y son guardados para este destino. No tienen ninguna esperanza de gracia y de redención como nosotros los humanos. Dios los ha condenado. Su castigo es eterno. Es un fuego eterno que es preparado para ellos; están en prisiones eternas. Judas 6. Así los ángeles malos son desechados por Dios para siempre.

 

3'. La Escritura nos revela frecuentemente muchos de los atributos de los espíritus malos para advertirnos contra ellos. En Efesios 6:12 son llamados principados y potestades. En 1 Pedro 5:8-9 el diablo es comparado con un león rugiente. Los ángeles malos son espíritus potentes, poderosos. Y los espíritus malignos son también astutos. Los demonios nos atacan con astucia (Efesios 6:11). Ya en el paraíso el diablo utilizó la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo. Génesis 3:1-5. No podemos resistir a estos enemigos fuertes, astutos, con nuestra propia fuerza. En Efesios 6:12 se nos dice de ellos que son gobernadores, tienen un reino en este mundo, y su rey, el príncipe de los ángeles malos, es el diablo que es especialmente prominente en la Escritura en donde se llama “Satanás,” Job 2:1, y el “tentador,” Mateo 4:3.

 

b. También nos dice la palabra de Dios cuál es la actividad de los ángeles malos.

 

1'. Los ángeles malos han pecado y caído de Dios. Con eso se hicieron enemigos de Dios (Mateo 13:38). El diablo ahora es el principal enemigo de Dios. Es el enemigo declarado de Dios. Por lo tanto, odia no solamente a Dios, sino a todas las obras de Dios, especialmente la más gloriosa aquí en la tierra: los hombres. Los espíritus malos son los enemigos declarados de Dios y del hombre.

 

2'. Como enemigos de Dios, los espíritus malignos buscan hacer daño y afligir a Dios. Sin embargo Dios mismo está muy por encima de ellos. No pueden atacarlo. Así tratan de corromper su obra, especialmente al hombre. El Señor Jesucristo llama al diablo un asesino desde el principio. Busca matar a los humanos, sobre todo espiritualmente, y de este modo echarlos a la condenación, al infierno. Trató de hacerlo ya en el caso de los primeros humanos. Con astucia llevó a Adán y Eva a pecar. Génesis 3:1-5. Así la humanidad llegó a estar bajo su poder. Y cuando vino Cristo para redimir a los humanos, con astucia y poder trató de obstaculizar su obra. Sobre todo no le agrada el hecho de que Cristo nos ha redimido del poder del diablo. Ahora el diablo se opone a los cristianos. 1 Pedro 5:8-9. Quiere robarnos nuestra fe en el querido Señor Jesucristo y otra vez ponernos bajo su poder. Tenemos que luchar contra estos espíritus malignos, Efesios 6:12, y resistirlos en la fe, 1 Pedro 5:9. Son enemigos potentes e inicuos; debemos vencerlos no por nuestra propia fuerza, sino con el poder de Cristo.

 

 

C. La Creación del Hombre.

 

Introducción. Confesamos en el primer artículo que Dios es el Creador del cielo y de la tierra y de todo lo que hay en ellos. Ha creado todos los minerales, todas las plantas y todos los animales, y todo eso lo hizo en beneficio de nosotros los humanos, para nuestro gusto y gozo. Sobre todo, Dios nos ha creado a nosotros los humanos. “Creo que Dios ME ha creado a mí juntamente con las demás criaturas.” Así explica Lutero este artículo. Es especialmente importante que cada uno de nosotros crea de corazón que Dios me ha creado, especialmente a mí, que a él le debo mi vida y existencia. Cuando cada uno cree desde el corazón que Dios lo ha creado en particular y que le ha dado cuerpo y alma y todo, entonces aprende a poner debidamente su confianza en Dios como su Padre todopoderoso.

 

Dios ha creado a nosotros los humanos, y eso ciertamente es una gran obra gloriosa de él. Su obra es maravillosa, Salmo 139:14. Él nos ha creado como los seres más gloriosos y destacados de su creación visible. De eso queremos tratar más, que el hombre es el principal entre las criaturas visibles de Dios. Preguntas 102-105.

 

1. Confesamos en la explicación del primer artículo: “Creo que Dios me ha creado a mí”, y que al hacerme me ha dado cuerpo y alma. Éstos son los dos componentes esenciales de cada hombre: Cuerpo y alma.

 

a. Dios nos ha dado un cuerpo, y no lo creó solamente con la palabra, como en el caso de los animales, sino ha ejercido especial cuidado en hacerlo. Él mismo formó el cuerpo del barro, Génesis 2:7, de una manera maravillosa y nos ha dado ojos y oídos y todos los miembros. (Se debe recordar a los alumnos aquí qué grandes beneficios de Dios son los miembros sanos del cuerpo.) Se puede reconocer hasta en su cuerpo que el hombre está por encima de todas las criaturas visibles.

 

b. Pero Dios también nos ha dado un alma, Génesis 2:7. También nos ha adornado con la razón y todos los sentidos. Lo que los miembros son para el cuerpo, el sentido lo es para el alma. Los sentidos son las funciones del alma, y así como entre los miembros los principales son los ojos y oídos, entre los sentidos del alma la razón es lo principal. Dios nos ha dado un alma racional, y la capacidad de conocer también cosas espirituales, de recibir a Dios y a su palabra. Además ha dotado nuestra alma con otros sentidos, con la voluntad, con la memoria, etc. También el hombre es el principal de las criaturas visibles de Dios porque Dios le ha dado un alma racional.

 

2. Además, leemos en Génesis 1:26-27 que el Dios trino tomó una consulta consigo mismo cuando iba a crear al hombre. Y allí Dios decidió crear al hombre según su imagen. El primer hombre llevó la imagen de Dios. El hombre es la corona de las criaturas visibles especialmente porque Dios lo ha creado a su propia imagen.

 

a. ¿En qué consiste la imagen de Dios? En Colosenses 3:10 se nos dice que los cristianos creyentes son renovados conforme a la imagen de aquel quien los creó, y esto para el conocimiento pleno. La imagen de Dios consistía luego en un conocimiento verdadero de Dios, de su esencia y su voluntad. Los primeros humanos conocieron a Dios como su Padre y fueron bienaventurados en este conocimiento. La imagen de Dios consistía en primer lugar en el bendito conocimiento de Dios. Damos atención a Efesios 4:24. Allí el apóstol nos amonesta a que nos vistamos del nuevo hombre, el cual es creado según Dios, según su imagen, en justicia y santidad. Así fueron creados en un tiempo los primeros humanos: santos y justos. No tenían ningún pecado, sino solamente el deseo y el amor para Dios y para todo lo bueno. La imagen de Dios consistía además en perfecta santidad y justicia.

 

b. El hombre luego fue creado por Dios según su imagen de una manera gloriosa. Pero cuando vemos al hombre ahora, nos damos cuenta que por naturaleza no conoce al verdadero Dios, ya no es santo y justo, sino pecador. Los hombres ya no tienen la imagen de Dios. Han perdido la imagen de Dios. ¿Como sucedió esto? Adán y Eva cayeron en pecado. Con eso perdieron su claro conocimiento de Dios y la santidad y la justicia. Toda su naturaleza ahora estaba corrompida. Por medio de la caída en el pecado se perdió la imagen divina. Y Adán engendró hijos que ya no llevaban la imagen de Dios, sino la del hombre pecador. Génesis 5:3. Así ningún humano nace ya con la imagen de Dios, sino con la pecaminosa.

 

c. Hemos oído que el apóstol en Colosenses 3:10 y en Efesios 4:24 amonesta a los cristianos a que se vistan con el nuevo hombre, que es renovado para el conocimiento según la imagen de Dios, creado en verdadera justicia y en santidad. En los cristianos creyentes la imagen de Dios es renovada. Por la gracia de Dios nuevamente conocen a Dios como a su querido Padre, otra vez tienen la justicia que por los méritos de Cristo vale ante Dios. Es cierto que los cristianos todavía tienen pecado y llevan consigo su carne pecaminosa hasta su muerte. No son todavía perfectamente justos. La imagen de Dios no es restaurada en su perfección, sino solamente comienza. Pero será restaurada perfectamente. El salmista dice en el Salmo 17:15 que él verá el rostro de Dios en justicia, en perfecta justicia. Y eso sucederá cuando despierte a la semejanza de Dios. Habla aquí del despertar del sueño de la muerte para la vida eterna. Entonces nos despertaremos a la semejanza de Dios. En la vida eterna la imagen de Dios será completamente restaurada en nosotros. Entonces veremos a Dios en perfecta justicia.

 

 

CONCLUSIÓN: Así los humanos somos los principales entre todas las criaturas visibles de Dios, y él me ha hecho también a mí, a cada individuo entre nosotros en esta forma. Le debemos la vida y la existencia, el cuerpo y el alma, y todo lo que somos. Nos ha hecho en una forma maravillosa. Reconozcamos debidamente esto y demos las gracias a Dios, nuestro Padre celestial. Salmo 139:14.

 

 Creo que Dios me ha creado a mí juntamente con las demás criaturas... y aún nos sostiene.”

 

Introducción: Hemos tratado de una gloriosa obra de Dios que él ha hecho para nosotros como nuestro Padre, o sea, la obra de la creación. Confesamos que Dios me ha creado a mí juntamente con las demás criaturas. Pero nuestro catecismo nos dirige también a otra obra de Dios Padre que está íntimamente unida con la de la creación. Confesamos además: “Y aún nos sostiene.” Creemos que Dios todavía me sostiene a mí juntamente con las demás criaturas. Precisamente allí también Dios se manifiesta como nuestro querido Padre. Ahora trataremos de estas palabras junto con las otras cosas que se relacionan con ellas.

 

1. Hemos aprendido en nuestro catecismo que Dios me sostiene a mí junto con las demás criaturas, a todo este mundo. Pregunta 106. Hemos aprendido y confesado que Dios me ha creado a mí juntamente con las demás criaturas. Y nosotros junto con el mundo entero todavía existimos. El hecho de que todavía existe el mundo no es producto de su propia obra y naturaleza, como dicen los incrédulos, sino es obra de Dios. Así como él ha creado todo, también preserva todo mediante su palabra poderosa. Hebreos 1:3. Dios preserva este mundo. A esta obra la llamamos preservación. Y así como Dios preserva todas las cosas, también preserva a los humanos, y especialmente a mí. Hechos 17:27, 28. En él vivimos y tenemos nuestra existencia. El hecho de que nosotros y el mundo entero todavía vivamos y existamos, lo debemos solamente a Dios, nuestro Señor. Si Dios no preservara el mundo, tendríamos que perecer, hundirnos en la nada. (Salmo 104:29).

 

La preservación consiste en que Dios conserva el mundo entero y también a mí por el tiempo que a él le plazca. Vendrá la hora, o sea el día final, cuando Dios destruirá este mundo mediante fuego y creará un nuevo cielo y una nueva tierra (2 Pedro 3:10,13).

 

2. Nuestro catecismo no solamente dice que Dios nos sostiene junto con todas las criaturas, sino también nos muestra la manera en que Dios nos preserva a los humanos. Pregunta 107. Nos dice qué cosas nos ha dado Dios para sostener nuestra vida: Vestido y calzado, comida y bebida, etc. Y luego resume todo en las palabras que dicen que nos provee a diario y abundantemente de todo lo que mi cuerpo y mi vida necesitan. Dios nos sostiene al proveernos a diario y en abundancia todo lo que nuestro cuerpo y vida necesitan.

 

a. Nos provee de todo lo que nuestro cuerpo y vida necesitan. Para conservar nuestro cuerpo y nuestra vida, necesitamos muchos medios, comida, ropa, etc. Bien podría Dios preservarnos también sin tales medios. Lo ha demostrado. Preservó a Moisés por cuarenta días sobre el monte Sinaí sin comida ni bebida. Pero la voluntad de Dios es hacer esto normalmente por medios terrenales. Necesitamos “vestido y calzado” (la ropa), “comida y bebida” (alimentos), “casa y hogar”. Estas cosas son necesarias para preservar nuestra vida. Por eso las llamamos necesidades de nuestro cuerpo y vida. Dios nos provee estas necesidades. Se preocupa de que tengamos o recibamos estos medios a su debido tiempo cuando los necesitamos. Así Dios proveyó para los hijos de Israel en el desierto, y así todavía lo hace hoy. Génesis 9:1-3; 8:22; Salmo 145:15-16.

 

b. Dios nos provee de todo lo que nuestro cuerpo y vida necesitan. El nos puede proporcionar estos medios terrenales que necesitamos para conservar nuestro cuerpo y vida sin que nosotros hagamos nada por ello. A veces Dios lo ha hecho así, por ejemplo con los hijos de Israel en el desierto, Deuteronomio 8:3-4, en el caso de Elías, quien fue alimentado por los cuervos, 1 Reyes 17. Pero por regla general Dios quiere darnos estos medios terrenales por medio de nuestro trabajo. Quiere que trabajemos en nuestra vocación y oficio, y luego Dios nos dará las necesidades de la vida (2 Tesalonicenses 3:10). Por eso Lutero incluye en las necesidades también los bienes que necesitamos para conservar el cuerpo y la vida. Ya hemos aprendido lo que son los bienes en Génesis 47:3 en conexión con el séptimo mandamiento. Dios nos provee nuestro negocio, nuestro trabajo terrenal por medio del cual Dios nos da las necesidades de esta vida. Pero no debemos pensar que nuestra preservación entonces dependa parcialmente de nosotros. Dios también nos provee de todos los bienes de la vida. Nos da nuestro trabajo y lo que sea necesario para que podamos llevarlo a cabo. “Consorte e hijos, campos, animales y toda clase de bienes”, aquí, por ejemplo la fuerza, la salud, la habilidad para trabajar. Así es Dios quien a través de medios y trabajos terrenales nos da lo que necesitamos y nos preserva.

 

c. Y Dios nos proporciona todo esto a diario y en abundancia. Nos ha prometido hacerlo, Génesis 8:22. Y Dios cumple su promesa. Provee también abundantemente para nosotros. Él es nuestro Padre. En la manera en que un padre bueno y amante trata a sus hijos, así Dios lo hace con nosotros. Nos da mucho más de lo que realmente necesitamos para mantener nuestro cuerpo y nuestra vida, ya que se preocupa por nosotros. No debemos angustiarnos, sino debemos echar nuestras ansiedades sobre el Señor. 1 Pedro 5:7. Debemos llevar a cabo nuestra vocación terrenal diligente y fielmente y dejar todo lo demás a Dios. Y él nos da las cosas que necesitamos y nuestro pan diario a su debido tiempo.

 

 

 Creo que Dios... me protege de todo peligro y me preserva y libra de todo mal.”

 

Introducción: En el primer artículo confesamos que Dios es nuestro Padre todopoderoso. Él se ha manifestado así por medio de la creación y la preservación. Para conservarnos, nos provee con todo lo que necesitan nuestro cuerpo y vida. Pero Dios tiene que hacer aún más. También tiene que evitar todo lo que nos puede hacer daño o quitar nuestro bienestar en cuerpo y vida. Y también hace eso; por lo cual decimos: “me protege de todo peligro y me preserva y libra de todo mal.” Tratamos estas palabras en más detalle y con eso aprendemos a reconocer otra gran bondad de Dios, que es su providencia.

 

1. Veamos en qué consiste la providencia de Dios.

 

a. Confesamos que Dios nos protege de todo peligro y nos preserva y libra de todo mal. Aleja de nosotros toda maldad. Si Dios lo hace, tiene que tener todas las cosas en su mano. Y así es. La palabra de Dios nos dice eso. Salmo 33:3-15. Aquí la Escritura habla en forma figurada de Dios, usando expresiones humanas. Quiere decir con estas palabras que la situación no es como si Dios ya no se preocupara del hombre, de cómo le va en el mundo, sino pone atención en las obras y esfuerzos de él. Dios es el rey del mundo entero. El oficio de los reyes es gobernar. Él gobierna como rey sobre el mundo entero. Controla todas las cosas, de modo que Dios en todo hace su voluntad. La providencia de Dios consiste en esto, que Dios controla todas las cosas según su voluntad. Esto incluye todas las circunstancias importantes. Así una vez quiso redimir a su pueblo Israel de Egipto. ¡Qué maravillosamente controló las cosas para que fuera preservada la vida del niño Moisés! Éxodo 2. ¡Qué magníficamente controló Dios las cosas para que al niño Jesús no lo matara Herodes! (Mateo 2). Él controla y guía aun las circunstancias más pequeñas y en apariencia insignificantes. Mateo 10:29-30. Controla y guía en particular a los hombres, sus obras y su corazón, para que hagan lo que él quiere. Así Dios controló al Faraón impío, para que tuviera que dejar salir al pueblo de Israel. Éxodo 13:14. Dios también tiene hasta a los malos en su mano. Aprendemos esto especialmente en la historia de José. Génesis 50:20. Dios no quiere el mal, pero cuando las personas lo cometen, él lo toma en su mano y lo controla para cumplir sus propósitos. Dios gobierna y guía todo lo que sucede aquí en la tierra .

 

b. Dios también tiene un propósito expreso para su providencia. Los cristianos confesamos que este Rey del mundo entero es nuestro Padre. Dios, sin el cual ningún pajarito se cae del nido, y que tiene todos nuestros cabellos contados, es nuestro Padre. Un buen padre siempre desea lo mejor para sus hijos. Eso es especialmente cierto en el caso de nuestro Padre celestial. Por medio de su providencia busca lo mejor, y el verdadero bienestar de sus hijos. (Romanos 8:28). Todo lo que hace tiene que promover el bien de su iglesia, de sus hijos. (El catequista puede demostrar esto brevemente con algunos ejemplos de la historia.) La providencia de Dios consiste en que Dios controla y guía todas las cosas conforme a su voluntad para el bienestar de sus hijos.

 

2. Pero nuestro catecismo no habla tanto de la providencia de Dios en sí, sino lo que cada uno de nosotros debemos a esta providencia. Pregunta 108.

 

a. Debemos a su providencia el que Dios nos proteja de todo peligro, de todo lo que nos amenaza. Dios nos ha protegido de todo peligro. Así como al lado del mar Rojo el Señor, en la forma de una columna de nube, se puso entre el ejército de los egipcios y los israelitas y protegió a estos últimos (Éxodo 14), el Señor como protector se pone entre nosotros y todo peligro para que no pueda dañarnos ni destruirnos. —También lo debemos a su providencia que él nos preserva y libra de todo mal. El mal es todo lo que puede hacernos daño. Dios nos preserva y libra de todo mal. Todos los hijos de Dios lo han experimentado. Por ejemplo Lot en Sodoma. Génesis 19. (La alimentación del pueblo, el rescate de los discípulos sobre el mar, Mateo 14 etc.) Salmo 91:10.

 

b. Decimos: “De todo peligro, de todo mal”. ¿Es cierto esto? Seguramente los cristianos con frecuencia nos encontramos en necesidad y tribulación. Tenemos que andar en valles oscuros. (Salmo 23:4). Y lo que nos pasa en esos tiempos nos parece a los hombres como peligroso y malo. Pensemos en el piadoso José. ¡Qué mal le ha de haber parecido cuando lo vendieron a Egipto y allí lo echaron a la cárcel a causa de su piedad! Sin embargo, lo que nos acontece en esas ocasiones no es en verdad un mal, sino nos sirve para nuestro bien, tiene que servir para lo mejor de nosotros y de los demás, como nos lo demuestra la historia de José. Dios en efecto nos protege y nos libra de lo que en verdad nos trae el peligro, de lo que es malo, de lo que verdaderamente nos haría daño.

 

CONCLUSIÓN: Verdaderamente tenemos a un Dios y Padre fiel. Salmo 37:5. Debemos poner toda nuestra confianza en él. Podemos confiar en su providencia y guía aún cuando no entendamos siempre sus caminos.

 

 Y todo esto lo hace por pura bondad y misericordia paternales y divinas... Esto es ciertamente la verdad.”

 

Introducción: Ahora llegamos a las últimas palabras de la explicación del primer artículo. Aquí Lutero todavía nos dice dos cosas, o sea, lo que ha motivado y todavía motiva a Dios para hacernos estas grandes cosas, y como resultado de esto, lo que nosotros debemos a Dios.

 

1. ¿Por qué hace Dios todo esto por ti? Pregunta 109.

 

a. Lo hace por pura bondad y misericordia. (Salmo 145:9). La bondad de Dios es el amor que le hace dar y regalar, el amor que se demuestra en beneficiar. Dios tiene amor para todas sus criaturas, especialmente para sus hijos. Su amor lo motiva a hacerles bien, a mostrarles tan grandes beneficios. — No se menciona aquí solamente su bondad, sino también su misericordia, que es el amor de Dios en cuanto lo reciben personas miserables y que sufren necesidad. Dios tiene un corazón para el sufrimiento y la necesidad de sus hijos, y esta situación lo motiva a ayudarlos.

 

b. Esta bondad y misericordia de Dios es paternal, o sea, tal como un verdadero Padre tiene para con sus hijos. Salmo 103:13. Además, tal bondad y misericordia es divina, en un grado que se encuentra sólo en Dios, es una bondad y misericordia completamente perfecta. En ellas Dios demuestra todo poder y toda sabiduría.

 

c. Además, nos dice que Dios hace todo eso por pura bondad y misericordia. Esto es lo único que motiva a Dios a mostrarnos tanta bondad. Por tanto confesamos además: “Sin que yo lo merezca, ni sea digno de ello”. No hemos merecido que Dios nos dé tantas bondades. El obrero merece su salario. Ha dado a su amo su trabajo, y ahora con justicia exige su salario. Pero no es así entre nosotros y Dios. No le hemos dado nada a él de antemano para que nos pudiera pagar. (Romanos 11:35). Dios no nos debe nada. Así no podemos hablar de salario. Aún cuando hubiéramos guardado los mandamientos de Dios, él no nos debería nada (Lucas 17:10). Además hace todo eso sin que yo sea digno de ello. Muchos hombres ricos han dado a los pobres un regalo que no han ganado, y sin embargo el que lo recibe es digno de ese regalo. En nuestro caso es muy diferente. Somos pecadores que hemos quebrantado los mandatos de Dios; hemos sido sus enemigos, y por tanto no somos dignos ni de una sola bondad de Dios. Abusamos con tanta frecuencia de los dones de Dios con el pecado y así no somos dignos de ellos. Merecemos el infierno y la condenación. Tenemos que confesarlo: Génesis 32:10. Dios no ve nada en nosotros que lo haya motivado a proveernos con tantos beneficios. Lo que él nos ha dado es pura bondad y misericordia paternal y divina. Eso ha motivado a Dios a cuidarnos y preservarnos.

 

Cuando consideramos de esta manera la gran bondad y misericordia de Dios, preguntamos también:

 

2. ¿Qué le debes a tu Padre celestial por todo esto? Pregunta 110. Nuestro catecismo nos habla de cuatro cosas:

 

a. Debemos darle las gracias a Dios. Si alguien nos hace bien, le damos las gracias. Se considera algo vergonzoso cuando uno no da las gracias a sus benefactores. Así, sobre todo debemos dar las gracias a Dios quien es nuestro mayor benefactor. Dios desea esto. Salmo 118:1. — Debemos estar conscientes de que Dios nos ha dado todos los beneficios que gozamos. Debemos reconocer en el corazón estos regalos de Dios como dones inmerecidos. Pero debemos mostrar esta gratitud también externamente. Debemos también confesar con la boca que todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido de Dios como un grande y glorioso regalo de él. También muchos cristianos no le dan las gracias a Dios como deben. Debemos pensar con diligencia sobre los beneficios de Dios para que aprendamos a darle apropiadamente las gracias.

 

b. Además debemos alabar a Dios. A las acciones de gracias debemos agregar la alabanza. Ensalzar o alabar quiere decir, como ya lo hemos aprendido en el segundo mandamiento, hablar bien de alguien. En los grandes beneficios que Dios nos ha mostrado en las cosas del cuerpo, vemos y reconocemos que tenemos a un Dios glorioso. Así sobretodo reconocemos su poder, sabiduría, amor, bondad, misericordia, fidelidad, etc. Debemos alabar esos gloriosos atributos de Dios. Debemos también confesar delante del mundo qué grande y glorioso es Dios, nuestro Padre.

 

c. Debemos servirle a Dios. No debemos dar las gracias solamente con la boca sino también con obras. Si alguien nos ha hecho mucho bien, le preguntamos en qué manera podemos pagarle, qué beneficios podemos ofrecerle. Salmo 116:12. Así debemos mostrar nuestra gratitud sirviendo a Dios. Servir quiere decir hacer algo por alguien. Pero Dios no necesita nada de nosotros. ¿Cómo debemos servirle? En esto:

 

d. que le obedezcamos. Debemos mostrar nuestra gratitud en que por amor a él guardemos sus mandamientos, hagamos su voluntad en días buenos y malos. En esta forma demostramos que en realidad tenemos gratitud hacia Dios.

 

CONCLUSION: “Esta es ciertamente la verdad,” así concluimos este artículo. Es nuestro Amén sobre todo lo que dice este artículo. Damos testimonio una vez más al final, de que consideramos seguro y verdadero que Dios hace todo esto por nosotros, y que nosotros ponemos toda nuestra confianza en él.