“¿Qué
significa este bautizar con agua?”
Introducción: Hemos oído mucho ya acerca del bautismo. aprendimos a
conocer su esencia, su fruto y su poder. Pero nuestro catecismo contiene
todavía una cuarta pregunta: “¿Qué
significa este bautizar con agua?” No dice ¿qué significa el bautismo? sino
¿qué significa “este bautizar con agua?”
Nos indica así el acto externo en el bautismo, que se lleva a cabo usando agua.
(“Conviene saber, por último, lo que significa el bautismo y por qué Dios ha
instituido justamente tal signo o ceremonias externas para hacer el sacramento, en
virtud del cual somos recibidos primeramente en la cristiandad.” Catecismo
Mayor, Bautismo, #64) El hecho de que Dios ha establecido que se nos aplique
agua y así seamos lavados tiene un hermoso significado espiritual. — Si
queremos entender correctamente las palabras de nuestro catecismo, tenemos que
saber y tener presente la manera en que frecuentemente se aplicaba el bautismo
en la antigüedad. Al que se le bautizaba se le sumergía en el agua y otra vez se
le sacaba. Este acto de sumergir a la persona en el agua y luego sacarla tiene
un doble significado espiritual. Retrata para nosotros la muerte del viejo hombre
y el nacimiento y crecimiento del nuevo hombre. (“Este acto o ceremonia externa
consiste en que se nos sumerge en el agua que nos cubre enteramente y después
se nos saca de nuevo. Estas dos cosas, es decir, la inmersión y la emersión del
agua indican el poder y la obra del bautismo, que no son otras sino la muerte
del viejo Adán y, seguidamente, la resurrección del nuevo hombre. Ahora bien,
ambas cosas han de suceder durante toda nuestra vida, de modo que la vida del
cristiano no es sino un bautismo diario, comenzando una vez y continuando sin
cesar.” Catecismo Mayor, Bautismo, #65)
1. Bautizar con agua significa que el viejo Adán debe ser ahogado en
nosotros. Preg. 294,295.
a. “Significa,” dice Lutero, “que
el viejo hombre en nosotros debe ser ahogado por pesar y arrepentimiento
diarios, y que debe morir con todos los pecados y malos deseos.” Éste es el
primer significado que el bautizo con agua tiene y debe tener. El viejo Adán debe ser ahogado en nosotros.
¿Quién es el viejo Adán? Ustedes saben que Adán fue el primer hombre, que Dios creó
a su imagen, en santidad y justicia. Pero Adán cayó en el pecado y así perdió
la imagen de Dios. Por medio del pecado se corrompió toda su naturaleza. Cayó
de Dios y se hizo el enemigo de Dios. — Y Adán después engendró hijos e hijas
según su imagen. (Génesis 5:3). Todos
los hombres son semejantes a Adán. Comparten la corrupción del pecado. Heredan
esta corrupción del pecado desde los tiempos de Adán. Así ha llegado también a
nosotros. Todos fuimos concebidos y nacidos en el pecado. Por eso el catecismo
nos dice que el viejo Adán en nosotros debe morir “con todos sus pecados y malos deseos.” Tenemos en nosotros pecados
y malos deseos; estamos inclinados a todo mal. Es esta corrupción pecaminosa de nuestra naturaleza, que ha llegado a
nosotros desde Adán y con la cual nacemos, que llamamos el viejo Adán, o
también el viejo hombre, Efesios
4:22. (“¿Qué es, pues, el viejo hombre? Es el hombre ingénito en nosotros desde
Adán; un hombre airado, odioso, envidioso, impúdico, avaro, perezoso, soberbio,
incrédulo, lleno de toda clase de vicios y ajeno por naturaleza a toda bondad.”
Catecismo Mayor, Bautismo, #66)
b. Este viejo Adán debe ser ahogado en nosotros, debe morir. Éste es el significado de
bautizar con agua. Si a un hombre se le sumerge en el agua y se le retiene allí
mucho tiempo, se ahoga y se muere. Sumergir a una persona en el agua en el
bautismo significa que también con y en nosotros algo debe morirse
espiritualmente, el viejo Adán. — Éste debe ser ahogado y morir. De aquí viene que el viejo Adán todavía vive en nosotros después del bautismo. Somos hechos nuevos hombres
en el bautismo. Se obra en nosotros una nueva
vida espiritual. Pero también nuestro viejo Adán, el viejo hombre o nuestra
carne siempre está allí. Nuestro viejo Adán todavía después del bautismo es
malo. Tiene pecados y malos deseos. Surgen
en nosotros toda clase de malos deseos, deseos de toda clase de mal, y éstos
quieren arrojarnos a toda clase de pecado. Este viejo Adán en nosotros debe ser
ahogado continuamente, para que se muera con todos sus pecados y malos deseos. —El
apóstol explica el significado de esto en Efesios 4:22. Debemos despojarnos del
viejo hombre. Los deseos y lascivias surgen en el viejo hombre. Nos despojamos
de estos malos deseos y lascivias y los matamos cuando no cedemos a ellos, sino
los suprimimos y huimos de ellos. El apóstol Pablo también exige esto en
Gálatas 5:24: “Los que son de Cristo,” dice, “han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos”. Pertenecemos a Cristo por medio del bautismo. Todos los
cristianos bautizados deben crucificar su carne
con sus pasiones y deseos. Nuestra carne es lo mismo que nuestro viejo Adán,
que está viciado conforme a los deseos engañosos. Debemos crucificar nuestra carne. El apóstol aquí utiliza otra figura. Debemos
matar a nuestro viejo Adán, colgándolo en una cruz. La crucifixión era una
muerte muy dolorosa. Tampoco la muerte del viejo hombre ocurre en nosotros sin
dolor. Tenemos que afligir a nuestra carne cuando quiere seguir los malos
deseos. El viejo Adán en nosotros es
ahogado cuando nos oponemos a los malos deseos y los suprimimos.
Nuestro catecismo también nos
dice cómo esto sucede: “por pesar y
arrepentimiento diarios.” Al viejo Adán se le mata en nosotros con pesar y
arrepentimiento diarios. Pesar es
reconocer nuestro pecado y lamentar desde el corazón que hayamos ofendido y
entristecido a Dios con nuestros pecados. Tenemos que estar tristes y
atribulados por nuestros pecados y la ira de Dios. El arrepentimiento es continuamente dejar el pecado para acudir a
Dios por la fe en Cristo. Así el viejo Adán muere en nosotros cuando le pedimos
a Dios el perdón de nuestros pecados, confiando en el mérito de Cristo, cuando
le rogamos poder para resistir los malos deseos y suprimirlos, y para huir
siempre más del pecado. Y debe haber pesar y arrepentimiento diarios. Todos los días debemos
reconocer nuestro pecado y huir de él a la gracia de Dios. Toda nuestra vida
debe ser un continuo arrepentimiento, una lucha constante contra el pecado. (“Porque,
¿no significa acaso el arrepentirse atacar seriamente al viejo hombre y entrar
en una nueva vida? Por eso, cuando vives en arrepentimiento, vives en el
bautismo.” Catecismo Mayor, Bautismo, #75) Diariamente tenemos que volver con
arrepentimiento a nuestra gracia bautismal, de modo que, como Lutero dice de
forma tan hermosa, “La vida del cristiano no es sino un bautismo diario, comenzado
una vez y continuado sin cesar.”
2. Pero el bautismo tiene
todavía otro significado. Después de que el hombre fue sumergido debajo del
agua, de modo que el agua lo cubrió, otra vez salió del agua. Esto significa y
retrata que “también cada día debe
surgir y resucitar el nuevo hombre, para vivir eternamente delante de Dios en
justicia y pureza..” Preg. 255, 256.
a. El nuevo hombre debe surgir y
resucitar. Eso nos lleva a la primera pregunta: ¿Qué significa el nuevo hombre? Hemos oído que el bautismo es un lavamiento de regeneración. Por medio
del bautismo nacemos de nuevo, y así somos llevados a la fe en Cristo. Pero 2
Corintios 5:17 dice que si alguien está en Cristo, si tiene la fe en Cristo, es
una nueva criatura. Por medio del
bautismo nacemos para ser una nueva criatura, se crea algo nuevo en nosotros, una nueva
vida y naturaleza espiritual. En el bautismo recibimos
nuevo poder para hacer el bien. A esta nueva naturaleza y vida las llamamos el
nuevo hombre. Así definimos el nuevo hombre como la nueva naturaleza y vida espiritual que se crea en nosotros por medio
del lavamiento de la regeneración.
b. Este nuevo hombre debe surgir y resucitar. Ya está el nuevo hombre, porque realmente fue creado en
el bautismo. Nuestro catecismo luego nos describe más en detalle este nuevo
hombre. Vive eternamente delante de Dios
en justicia y pureza, o sea, con una justicia que vale ante Dios. Delante
de él solamente vale la justicia que Cristo ganó por nosotros e hizo nuestra en
el bautismo. Nosotros recibimos esta justicia por medio de la verdadera fe en Cristo. Vivir en
justicia significa vivir en la verdadera fe. También vive en pureza. Huye del pecado, ya no sirve a los
deseos malos como el viejo hombre, sino más bien a Dios en una vida pura y santa, con buenas obras. Así
es el nuevo hombre que es creado en el bautismo.
Este nuevo hombre debe surgir y resucitar. Todavía es muy débil. Cuando nace un niño, es un
verdadero ser humano, pero es todavía pequeño y débil, y necesita crecer y
fortalecerse. Así es con el nuevo hombre. Al principio es pequeño y débil, y
necesita crecer y fortalecerse en
justicia y pureza. Podemos ver cómo sucede esto en Efesios 4:24. De la manera
en que se pone la ropa y se envuelve en ella para cubrirse, nosotros los
cristianos debemos siempre ponernos de nuevo a Cristo viviendo en justicia y
pureza. Debemos andar cada día en la verdadera fe y en las buenas obras delante
de Dios, de tal modo que siempre sea más evidente en nosotros la fe y las
buenas obras. Así el nuevo hombre crece cada día, hasta que en la próxima vida
llegue a vivir perfectamente en justicia y pureza delante de Dios. El nuevo
hombre debe surgir y resucitar diariamente, lo cual sucede cuando nosotros andamos y crecemos diariamente en
la verdadera fe y las buenas obras.
3. Nuestro bautismo con agua significa todo esto. Preguntas 256, 257.
a. Cuando nuestro catecismo dice
que este bautizar con agua significa ahogar a diario el viejo hombre y el
surgimiento del nuevo, no quiere decir con esto que el bautismo sea solamente
una débil señal de todo esto, que solamente lo simbolice. Lutero demuestra cómo
debe entenderse esto al agregar el pasaje de Romanos 6:4. Inmediatamente antes
de estas palabras el apóstol había dicho que fuimos bautizados en la muerte de Cristo. Estamos hundidos en
Cristo y en su muerte a través de nuestro bautismo, tenemos participación en Cristo y todo su mérito. Y luego sigue el
apóstol: Somos sepultados juntamente con
él para muerte por el bautismo. Después de su muerte, Cristo fue sepultado
y así sepultó también nuestros pecados. En el bautismo nosotros somos
sepultados juntamente con él. De igual manera nosotros también debemos sepultar nuestros pecados, diariamente
huir de ellos y evitarlos. Pero Cristo otra vez resucitó después de su muerte.
Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, y ahora vive
delante de Dios. Por medio del bautismo tenemos participación también en su
resurrección y debemos andar diariamente en nueva vida delante de Dios. El bautismo
significa, primero, que debemos huir diariamente del pecado y andar en una
nueva vida.
b. Pero el bautismo no solamente
nos da el deber, también nos da el poder
para hacerlo. Por medio del bautismo tenemos participación en Cristo. Así como
Cristo por medio de su muerte sepultó y dejó atrás el pecado, también a
nosotros que hemos sido bautizados en su muerte nos da el poder para sepultar
nuestros pecados, huir de ellos y vencerlos. Así como él resucitó y vive,
nosotros que por el bautismo tenemos participación en su resurrección
diariamente podemos resucitar del pecado y andar en una vida nueva. El santo bautismo nos da el poder para
sepultar y vencer diariamente el pecado y andar en una nueva vida. (“Por
eso, cuando vives en el arrepentimiento, vives en el bautismo, el cual no
significa solamente dicha nueva vida, sino que la opera, la principia y la
conduce, pues en él son dadas la gracia, el espíritu y la fuerza para dominar
al viejo hombre, a fin de que surja y se fortalezca el nuevo.” Catecismo Mayor,
Bautismo, #75)
c. El hecho de que tenemos la obligación
de luchar contra el pecado y andar en una vida nueva y recibimos fuerzas para
hacerlo por el bautismo se hace manifiesto en el voto que hemos hecho por
medio de nuestros padrinos. Han oído este voto al estar presentes en el
bautismo de otros niños. Renunciamos
al diablo con todas sus obras y todos sus caminos. Prometemos servir solamente al Dios trino. Este voto bautismal especialmente debe
impulsarnos a intentar a vivir y andar de una manera santa. Debemos recordar
esta promesa bautismal todos los días, diariamente renunciar de nuevo al diablo
con todos sus caminos y todas sus obras, para servir diariamente de nuevo a Dios
en santidad y justicia. Si por debilidad caemos en el pecado, nos consolamos de
nuevo con el bautismo con sus promesas, y sacamos de él siempre nuevas fuerzas
para una vida nueva.